En una oscura noche del mes de Osucaru una pequeña sombra se mueve rápidamente por los campos al sur de Anduar. En ese momento las luces de la majestuosa ciudad brillaban creando una aureola violácea por encima de las imponentes murallas de roca pulida. El ruido de la multitud y la música de los bardos se apoderaban de la atmósfera llegándose a escuchar desde las casas en los campos, ya que se celebraba la feria en la ciudad y los mercaderes llenaban las calles de puestos con alimentos, aperos de labranza, ganado y todo tipo de enseres. Los actores representaban sus funciones, y los carteristas aprovechaban cualquier momento de distracción para vaciar bolsillos ajenos.

En una de estas casas, tras comprobar con cautela que sus propietarios estaban ausentes, la sombra de una pequeña elfa oscura se introduce sigilosamente por una de las ventanas. De repente, como un trueno, los ladridos de un mastín se estrellaron contra las casas vecinas…

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