La espera en la antesala del círculo de invocaciones estaba poniendo nerviosa a Altra. Había esperado éste momento durante años y ahora estaba muy cerca de conseguir probar su tan ansiada teoría. Teoría que consolidó tras invertir favores y oro a partes iguales para poder acceder al material de la Biblioteca de D’hara.
Tras leerlo todo había quedado claro. Solo faltaba probar el experimento que establecería las bases del viaje arcano entre planos. La adepta de la Torre de Ébano se humedeció los labios y jugueteó con su estuche de pergaminos mientras pensaba, con expectación, en la cara que pondría la Archimaga Dalim cuando presentase los resultados que hoy obtendría.
Abrió de nuevo su estuche de pergaminos y extrajo una copia de su trabajo. En ella se veían dibujos abstractos de los distintos planos que conforman la dimensión de Eirea rotando en torno a un plano central: el primer plano material.
Gracias a los estudios de Samoth había conseguido preveer el movimiento de los planos y sabía que ahora mismo se estaba llevando a cabo un inusual evento cósmico que alineaba tres planos de existencia distintos y permitiría usar el abismo como nexo para alcanzar otro plano lejano e inexplorado.
Altra atravesaría un portal al abismo creado por los rituales de D’hara y desde allí iría a su destino, donde dejaría la gema de marca mágica que colgaba de su pecho antes de volver al 1er plano material. Si todo salía como ella había planeado -y estaba segura de que así sería- podría usar la gema como marcador para usar un hechizo de teleportación, consiguiendo así el primer viaje arcano entre planos.
El experimento era arriesgado, pero los avances arcanos que derivarían de él serían… inimaginables. Además, le borraría a Dalim esa cara de frígida que llevaba a todas partes.
La puerta se abrió y un acólito encapuchado surgió de detrás de una cortina de satén que tapaba la entrada al círculo y la apartó para ella. Había llegado el momento. Altra cerró su estuche de pergaminos y entró en la sala de invocaciones de D’hara, entrecerrando los ojos para adaptar su visión a la penumbra.
Tras entrar, la adepta observó la sala mientras jugueteaba su estuche. Lo había leído todo sobre éstos rituales, pero nunca los había presenciado. Se paró a examinar todos los detalles de los que hablaban los libros: paredes completamente empapeladas de papiros con escritos sagrados, círculos de sal y azufre, salmodias cantadas al unísono en un octavo particular y un poderoso catalizador formado por unos pocos gramos del ansiado meteorito verde.
– Todo está preparado -aseveró secamente el maestro de ceremonias, sacando a Altra de su estado de meditación- ya es la hora. Presente la ofrenda y prepárese para recibir al huésped.
– Hoy no habrá ofrenda ni huésped, maestro, solo necesito que abra el portal -respondió Altra mientras se adentraba cuidadosamente en el círculo de invocaciones.
– ¿Qué?, ¡imposible!, ¡eso es una terrible falta de protocolo!, no arriesgaré a mis acólitos para abrir un portal que no servirá de nada, ¡no gastaré gramos del meteorito para ésto!, ¡esta ceremonia no puede continuar! -replicó el enfurecido demonista.
Altra se puso de rodillas sobre el suelo y abrió otra vez su estuche, haciendo oídos sordos al maestro y desenrollando un enorme papiro que empezó a repasar con calma antes de contestar desinteresadamente.
– Maestro: todo ha sido planeado y acordado. Si detienes la ceremonia tendrás que dar muchas explicaciones al concilio de la Torre de Ébano y al maestro ritualista Vali. Créeme, será mejor que continúes. Cuando abras el portal yo navegaré a través del mismo y volveré en unos minutos, tu trabajo es iniciar el ritual de forma normal y mantener el portal abierto. Por favor, empieza la ceremonia sin más dilación.
El maestro de ceremonias encajó las palabras de Altra y tragó saliva mientras evaluaba sus opciones, optando finalmente por ceder. Era más sencillo abrir el portal, dejar que la hechicera se perdiese en el abismo y cerrar el portal que buscarse problemas. Además, en esta invocación no habría huésped, con suerte, algunos de sus acólitos sobrevivirían.
– Muy bien -dijo el maestro mientras se encogía de hombros-. Acólitos, a vuestras posiciones.
Un suave murmullo hizo eco en la sala cuando los acólitos empezaron a cantar al unísono. El ritual estaba en marcha.
Antes de cerrar el estuche, Altra pasó otra vez el dedo sobre el gran papiro que tenía ante sí, señalando cada una de las runas arcanas que había preparado: diversas protecciones elementales, concha antimagia, círculo de protección contra el mal, eliminar maldición, retener demonio, pulmones de hierro e invisibilidad… se iba a adentrar en un plano inhóspito y tenía que estar preparada para todo.
Los cánticos crecieron en volumen y Altra comenzó a juguetear con el cierre de su estuche, respirando entrecortadamente mientras la expectación la convertía en un manojo de nervios y el olor del ozono hacía que sus pupilas y orificios nasales se dilatasen.
Los cantos se hicieron gritos, los papeles comenzaron a agitarse por un súbito viento y una gigantesca bola de luz iluminó la sala en tonos verodos. ¡El portal al abismo estaba abierto!, Altra no pudo esperar más y se levantó tambaleando a pesar del intenso viento mágico, agarrando con fuerza su estuche apartándose el pelo de la cara.
Ésto era el culmen de sus trabajos. Él cénit de su carrera. Atravesaría el portal que le llevaría al abismo y desde allí llegaría a su destino, a Y502.
Altra, llena de jubiló, atravesó el portal y desapareció en su interior.
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