Derek entro a aquella habitación como muchas otras veces había hecho, sin embargo el ambiente que encontró en su interior era muy distinto a la última vez que estuvo allí.
A pesar de ser de día, las cortinas del despacho estaban echadas impidiendo que la luz del exterior penetrara en la habitación. El lugar estaba sumido en una penumbra completa ya que ni siquiera los candelabros de las paredes se encontraban encendidos, lo cual le hacía pensar a Derek que simplemente, Lesfora quería estar a oscuras.
Sentada en su viejo sillón, tras el escritorio, se encontraba la silueta de la censora de Keel. Una vaga sombra en medio de toda la oscuridad de la habitación.
Hacía meses desde la última vez que Derek se había reunido con ella para tratar los asuntos de Keel. Esas «tareas cotidianas» que Lesfora le encargaba, a él y a su grupo, para mantener el orden y el control de Keel, manejando así la ciudad discretamente.
Sin embargo Lesfora había decidido recluirse y no concederle audiencia durante un tiempo, ni a él, ni a ninguno de sus otros subordinados. Durante todo este tiempo, el rumbo de Keel parecía haberse mantenido estable ya que estos últimos, incluido Derek, habían hecho bien sus «tareas cotidianas». Pero a pesar de ello, la ausencia de la Dama de hierro de Keel y su temperamento se había notado sensiblemente.
Derek espero durante unos instantes a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y cerró la puerta del despacho, que como era habitual gruño con el sonido ronco de sus viejas bisagras.
Sus cautelosos pasos lo llevaron a avanzar lentamente por la oscura habitación mientras intentaba recordar donde quedaba situado el escritorio, con el fin de no tropezarse con él. Pronto la puntera de su bota, rozó la pata de una de las sillas y con un rápido movimiento se sentó en ella, adoptando una postura cómoda para enfrentarse a aquella conversación con Lesfora.
La humana no se esperó a que Derek rompiera el silencio y empezó a hablar ella primero. – «Si has venido a preguntarme qué coño he estado haciendo este tiempo… Ni te molestes» – Lesfora fue completamente tajante. – «Pero necesito saber que ha pasado mientras me ocupaba de mis asuntos.»
Aunque era su intención, el leve suspiro de Derek llego hasta los oídos de Lesfora debido al silencio que reinaba junto a oscuridad en aquel despacho.
Derek intento hacer memoria desde su última conversación con Lesfora, pues habían sucedido muchas cosas en Keel y en Naggrung que merecían la pena ser contadas. – «Espera un minuto que me acuerde Lesfora. Hace algo de tiempo que no nos vemos y hay bastantes cosas que contar.»
La sombra de la cabeza de Lesfora se movió de un lado para otro en lo que al humano le pareció que era un gesto de negación. – «Déjate de mierdas Derek y ve a lo importante… No tengo todo el día para estar aquí escuchándote.»
El joven pícaro no pudo evitar sonreír al volver a escuchar el temperamento de la censora. Por su gesto, cualquiera podría decir que hasta la había echado de menos. – «¡Está bien! Intentaré ir al grano.»
Derek trago un momento saliva y empezó a enumerarle a Lesfora todo lo relevante que creyó oportuno de mencionar a la gobernadora de Keel.
En algo más de una hora, Lesfora se puso al tanto de la situación actual de Keel, así como de los cambios que habían ocurrido en Naggrung durante su pequeño retiro.
La aparición de contrabandistas en el puerto de Keel que intentaban eludir los impuestos comerciales, ofreciendo diversos tipos de mercancías a cambio de objetos de interés.
El tema de la antigua fragua de Bhenin que parecía haber descubierto el herrero de la ciudad y la cual estaba aprovechando para forjar armas durante las noches.
Las inquietudes de Conrad y su preocupación por una nueva bestia a la que perseguía e intentaba dar caza por todo el bosque de las llanuras.
El descubrimiento de un enorme cristal bajo la cordillera norte, lo cual podía suponer una importante fuente de ingresos si se conseguía mandar un grupo de mineros para escavar allí.
La creciente agresividad de las manadas de lobos en los cerros de la cordillera norte, así como las historias que traían los aventureros sobre un lobo gigantesco que allí habita.
«¿Y ya está todo?» – Derek se sorprendió ante la respuesta de Lesfora quien parecía no haberse quedado satisfecha de con la información que le había trasmitido, o al menos parecía no ser la que ella esperaba.
«Y esos cabrones de los AguasNegras no han …» – Las palabras de Lesfora se interrumpieron bruscamente cuando un gutural estruendo sonó por toda Keel. El ensordecedor ruido detuvo por unos instantes la vida en la ciudad portuaria, anegando cualquier otro sonido.
Ante tal estrepito, la voz de Lesfora sonó cargada de incertidumbre. – «¿Pero que coñ…»
Lesfora se levantó rápida del viejo sillón, dirigiéndose con paso firme hacia una de las ventanas del despacho. El sonido de los tacones de sus botas pisando con fuerza sobre la madera era inconfundible. Con un fuerte tirón, la humana apartó una de las cortinas dejando que la luz del exterior volviera a penetrar a través de los sucios cristales como un rayo que atraviesa la oscuridad de una tormenta.
Derek no tardo en imitarla y camino a su lado para contemplar lo sucedido. Sin embargo, conforme se acercaba a ella, algo le desvió la atención impidiéndole centrarse en el posible origen que habría generado el estruendo.
Ahora, con la luz iluminando el rostro de Lesfora, Derek pudo confirmar las sospechas que se habían ido fraguando lentamente en su cabeza durante estos meses. Marcadas arrugas recorrían el rostro de la censora, dando la impresión de que hubieran pasado décadas desde la última vez que la vio. Parecía agotada… cansada… demacrada…
¿Dónde había quedado el arrogante y seductor atractivo de Lesfora, tan característico de aquella joven mujer con poder y autoridad?
Sin duda, las preocupaciones a causa del funesto destino que empezaba a cernirse sobre Keel le habían empezado a pasar factura. Y por lo que parecía no iban a dejar de hacerlo en un tiempo…
A través de los sucios cristales, mirando hacia el mar, más allá de las murallas de Keel, se podía ver una enorme columna de polvo que empezaba a expandirse, colapsando la visión del horizonte.
Tras unos instantes, Derek giro la cabeza para volver a mirar el arrugado rostro de la censora y pregunto. – «¿Allí no estaba el.. «
Lesfora, sin apartar su mirada del horizonte contesto segura, sin ni siquiera de dejar que su subordinado terminara la pregunta. -«Si. El faro.»
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