Las intrigas de Khaol, sinuosas y densas como el aceite, se derramaban por todos los resquicios del panteón de los dioses y terminaban manchando a todas las entidades de Eirea, sin importar sus afiliaciones.
El Eterno Vigía, siempre ajeno a la política de los dioses, había empezado a involucrarse para empujar el delicado equilibrio de poder en una dirección en concreta mientras que Eralie y Seldar se preparaban para el inminente conflicto por el arma de Rutseg, alejados de sus adoradores y servidores para centrarse en cómo enfrentarse a su respectivo némesis.
Es en este período de calma antes de la tempestad en el que las entidades menores, descabezadas sin sus guías u opresores, esperaban pacientes a los designios de sus señores de panteón.
Pero el hijo de París no destaca por su paciencia.
El Belicoso, ansioso ante lo que el horizonte parecía preparar para Eirea, estaba exultante, excitado y nervioso. Obró y, a espaldas del Usurpador, separó a los seguiroes de su fe y les dió libertad. Libertad para elegir, pues la guerra era su dominio, la guerra lo hacía más fuerte y estaba seguro que la que se avecinaba le serviría para ascender y librarse finalmente del yugo de Seldar.
Dió carta blanca a sus seguidores para alzarse en armas, si así lo deseaban, contra los adoradores de su opresor. Su respuesta fue apabullante y pronto éstos iniciaron una nueva campaña. La guerra y las vidas perdidas comenzaban a embriagar a Gurthang, quién perdió la noción de su identidad, como otrora le sucedió a su padre.
Sin embargo, el ángel caído no era ajeno a las perjurias de su súbdito. Desde las sombras, abandonó sus maquiavélicos planes temporalmente para demostrar a los mortales a qué se estaban enfrentando, para darle una lección a su chiquillo sobre cuál era su lugar. Una lección que no era la primera vez que impartía.
El éter se enrareció en toda Eirea y los dioses, que estaban todos preparándose para el próximo movimiento del príncipe, dejaron su planes de ladopara contemplar con horror el poder que el Ruinoso estaba a punto de manifestar en el Primer Plano Material. Un advenimiento que serviría para avivar la guerra fría que todos sabían estaba a punto de comenzar.
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