El océano ha dejado de existir.

Dalaensar y Naggrung se encuentran, a partir de este instante, rodeadas por un
inmenso vacío de oscuridad cuyo fin no alcanza la vista, cuya caída infinita
está guardada por criaturas sobre las que jamás se ha escrito.

Así lo ha deseado yo, Nirvë, Diosa del Océano, sentada meditabunda en mi trono
de coral. A partir de hoy he comenzado la muy tediosa empresa de arreglar el
inestable tejido de mares, ríos y océanos. Esta tarea me llevará bastante
tiempo ya que el Padre Océano es harto sibarita y yo, cual concupiscente
ondina que soy, no sé atenderle bien, pues el mero aleteo del más diminuto
de los pececillos me distrae.

Esperad un horror enloquecedor si, por error, acabáis en mis dominios.

Vuestros barcos serán recuperados, espero. He dado orden de no destruírlos.
Permanecerán en caída libre durante el tiempo que emplee en este asunto.

Fortuna,

Nirvë, Diosa del Océano.