Cuando las obras de reconstrucción de la Muralla de Dendra terminaron, miles de esclavos fueron liberados y lanzados al desierto para librarse de ellos (su tarea había terminado y Vorgash no deseaba seguir manteniéndolos) pero nunca pensó que sus planes se volverían contra él.

Estas hordas de pobres huyeron a todas las ciudades del Imperio y en ninguna se sintieron tan protegidos con galador, con sus sinuosos callejones olvidados. Tras reunirse unos cuantos de ellos y sobrepasar en número a los guardias de las puertas del bastión, estos se han instalado en el bastión como una plaga de cucarachas que se alimenta de los desechos de la sociedad Dendrita.

Tal hecho no ha pasado inadvertido a los ojos de la milicia local y la Inquisición de Seldar, que han comenzado una labor de exterminio masivo para librar Galador de tal peste.