Pocas son las reliquias que han sobrevivido a la lluvia de fuego y
hierro del Cataclismo, bien porque sucumbieron ante éstos, bien porque
acabaron junto con su poseedor en lo más fondo de las grietas y las simas.
Una de ellas corrió esta suerte: la más preciada, la que más intrigas y
traiciones ha provocado, se sumergió para no verse jamás junto con su
portador, el Dragón Negro. Éste, en pocos minutos, quedó reducido a una
amalgama de huesos; pero ni el más mágico de los ardientes elementos fue
capaz de fundir el divino material del cinturón, de cadena plateada y
hebilla de prisma con ocho diamantes engastados, que portaba: un regalo
del mismísimo Dios del Mal de Antaño al antiguo Señor de Golthur, que al
cabo de los años fundiría su cuerpo y su poder con este dragón. Eso
aconteció hace siglos. Hoy, el alado Señor de la Torre Oscura de la
fortaleza de Golthur, con su gélido aliento, se ha sumergido en las
entrañas ígneas de Eirea, y ha recuperado lo que le pertenece: el
único Cinturón Prisma de Eirea ha vuelto a
su legítimo Amo.

Dunkelheit